martes, 20 de mayo de 2008

MONTAÑAS CON EL REDDIS II PARTE

A pesar de que las críticas a la primera parte han sido duras, tengo intención de contaros algo más sobre mis excursiones.

Después de la salida al Viñemale y tras haber conseguido hacer la digestión de los guisantes sin problemas. La siguiente salida fue a una vía ferrata cerca de Oliana. Era un domingo por la mañana y como ese fin de semana Mary y yo, teníamos previsto pasarlo en Andorra con mis amigos de la infancia, fue bien para organizarlo y parar a la vuelta en Oliana.

Anteriormente había hecho un par de vías ferratas, una en Montserrat y la otra por el pre-pirineo aunque no recuerdo muy bien donde. Cuando hace años practicaba asiduamente escalada libre y de dificultad, no es normal hacer ferratas, ya que el concepto de escalada libre no pega mucho con el de este tipo de vías y normalmente se está en contra de dichas vías. Con el tiempo te das cuenta que son totalmente compatibles los dos tipos de escaladas y cada una tiene su función.

Lo cierto es que me lo pase muy bien esa mañana, me supo mal no poder ascender al pico por no estar terminada la vía, faltaban algunos peldaños en medio del ultimo tramo y aunque subí por el tramo que están preparando, el superar esos pasos era demasiado expuesto y más teniendo en cuenta que iba sin cuerda para asegurar.

Cuando empecé a hacer montaña un poco más en serio con 16 años, (De niño fui Boy-Scout) recuerdo que de mis amigos había dos grupos claramente diferenciados. Unos eran aficionados a la montaña y con ellos empecé a salir y escalar, con el tiempo este grupo se ha ido desperdigando y ahora no tengo relación con ellos. El otro era futbolero y poco amante de la montaña o mejor dicho de subir a ellas, con los integrantes de este grupo, si mantengo una relación de amistad que viene desde que teníamos 3 años.
Cada martes cenamos juntos, por descontado hablamos de fútbol y hacemos una quiniela con el fin de hacernos todos ricos a la vez y retirarnos. Difícilmente consigo que hagan excursiones de más de 2 horas, aunque siempre se puede planificar un partido de fútbol y un buen almuerzo.
Hace 3 años, y con la excusa que a uno de ellos le hacia gracia conocer el Estany Gento, ya que de niño oía en la radio las temperaturas de Cataluña y siempre la más baja era la de ese lago.
Un fin de semana preparamos una salida y subimos al lago andando (Era en noviembre y el aéreo no funcionaba), me gane una bronca por la “paliza” que les di.


Siguiendo con otra variedad de excursiones, hace tiempo que me llama la atención el negocio que se ha montado con los deportes de aventura y a veces pienso que podía haberme dedicado a ellos como trabajo en lugar de estar encerrado en un despacho.
El río Vero lo baje hace casi 25 años y en aquella época, la sierra de Guara solo la conocían unos cuantos franceses y los militares de Huesca. Lo hicimos con bañador y bambas, recuerdo que el agua estaba helada en las pozas que teníamos que atravesar nadando, la respiración se cortaba y notaba una presión en el pecho. En la última poza se me escapo al fondo una sandia que llevábamos y queríamos comérnosla al final. Casi me quedo helado cuando tuve que bajar 3 metros para recuperarla, menos mal que estaba buenísima y el esfuerzo valió la pena.
Por entonces, Rodellar era un pueblo casi deshabitado. Con los militares estuve una semana de maniobras por la sierra de Guara y nos alojamos en las casas del pueblo, estaban deshabitadas, en el pueblo solo vivía una familia.
Con los años he vuelto alguna vez a la zona y he visto que hasta hay un camping y el pueblo ha vuelto a tener vida propia.

También he bajado un par de ríos más en el Pirineo francés, recuerdo que uno era bastante difícil, su nombre es parecido a GEG, tiene saltos de casi 10 metros de altura y grandes toboganes que acaban en un salto hasta una poza, en uno de ellos me quede con la cabeza debajo del agua y me costaba salir, el agua pasaba por una especie de túnel y me arrastraba para allí, gracias a que Javier me agarro del gorro del traje de neopreno y me saco del apuro.
Ibamos muy bien equipados, gracias a que iba con unos amigos que eran del GARB (Grupo de Amigos de ríos y Barrancos), y tenían experiencia en el tema.

Hace unos años con ellos hice la subida integral del río Ebro. Desde la isla de Buda hasta el embalse del Ebro en Reynosa, era la segunda vez que se intentaba hacer completo, hasta Zaragoza lo suben cada año pero entero es mucho más complicado. Dos años antes el GARB lo había intentado sin éxito, básicamente por problemas con los motores.
En este segundo intento me pidieron que les ayudara y a mí me encanto hacerlo.
Tardamos 10 días en hacerlo, fue una semana santa y el equipo lo componíamos 12 personas, entre ellos un periodista y un experto en embalses y ríos que trabajaba en Fecsa.
Íbamos financiados por gas Natural y empresas colaboradoras, llevábamos 3 lanchas tipo Zodiac de distintos tamaños, cuatro motores de distintos cubicajes y cinco vehículos.

Después de pasar la primera noche acampados en la Isla de Buda, por la mañana iniciamos el ascenso del río. Excepto el primer tramo donde hay poco agua, ya que se filtra por la arena el resto hasta Tortosa es fácil.

En principio mi misión en el grupo era de conducir la furgoneta, filmar desde los lugares estratégicos, interpretar los planos militares que llevábamos y ayudar en preparar las etapas, posteriormente y debido a las circunstancias pase a ser junto a otro compañero los que más tramos del río hicimos en las zodiac.

En los “Azuds” nombre que proviene del árabe y que actualmente se utiliza para los pequeños saltos de agua en forma de rampas que se hacen en los ríos para que el agua tome velocidad, son como toboganes sumergidos y es complicadísimo subir con las lanchas por ellos, solo se consigue si hay mucha agua y ello es un obstáculo por la fuerza que lleva, si hay poca agua la hélice toca el suelo de hormigón y se rompe. Los encontramos de todos los estilos y menos mal que estaban bien indicados en los planos.
Intentábamos pasar con la lancha en marcha a toda velocidad, si en algún momento debido a las turbulencias que se originan en los Azuds, la hélice no toca agua, la corriente puede con la embarcación, la única forma de evitar que vuelque es girarla rápidamente y encararla río abajo.
En cada Azud lo intentábamos por varios puntos buscando el lugar con mas calado y poder pasar, en algunos fue imposible, sobre todo en los que hay entre Tortosa y Mequinenza. En estos casos las dos personas que iban en la lancha eran incapaces de poder con ella ya que tenían que bajarse y tirando de las cuerdas pasarla del Azud. Para estos casos los que estaban en las orillas tenían que meterse andando en el río y ayudar a tirar de la barca. Gracias a los “escarpines” (botas de neopreno) nos ayudaban a no resbalar y evitar peligrosas caídas, aun así tuvimos algunos percances ya que cuando la barca se giraba tiraba a todos los de un lado y se iban un tramo río abajo.
Está claro que en cada Azud teníamos que parar todos y esperar a ver pasar la lancha para asegurar la marcha.

Al segundo día empezaron los problemas con los motores y las hélices. Cada noche después de montar el campamento a la orilla del río, el equipo de mantenimiento reparaba las hélices que se habían torcido debido a los golpes con las piedras y limpiaba los motores. El de intendencia preparada la cena y los de logística estudiábamos la jornada siguiente, definiendo donde se debían hacer los relevos del equipo de las zodiac y donde podíamos tener los problemas, las jornadas eran de sol a sol y por la época del año oscurecía pronto.

Cuando hace cosas diferentes a lo habitual, te das cuenta lo poco que sabes y que cada tema es un mundo, sobre el río solo sabia su nombre de cuando estudiaba y que era el más largo de España, aprendí que su caudal normal del Ebro es de 800 m3/sg., cuando hay poca agua puede llegar a 300 y cuando va a tope a 3000, estos datos nos los proporcionaba nuestro experto en ríos. Nosotros lo hicimos con unos 600 m3/sg. lo cual no ayudaba a nuestra aventura

El estar muchas horas en la lancha es bastante cansado y no me hubiera imaginado que al final te duele todo y no sabes como colocarte.

En la lancha iban dos personas, una delante que debía controlar la profundidad del río y evitar el tocar fondo o piedras con la hélice y el otro detrás controlando el motor.
La lancha principal llevaba incorporado un volante con acelerador y así evitar estar acelerando desde el motor, no iba bien y al tercer día decidimos quitarlo y hacerlo desde la maneta del motor, de esta forma tienes que ir todo el rato sentado de lado con el cuello girado y con la mano clavada en el acelerador siguiendo las indicaciones que te va diciendo el compañero de delante, nos íbamos turnando en las posiciones y estaba previsto hacer relevos de equipo cada 4 horas aproximadamente, no siempre era posible cumplirlo ya que a veces el río no tenia accesos fáciles y la cosa se complicaba.

Llorenç (mi compañero de equipo) y yo hicimos una etapa antes de llegar a Mequinenza, la cosa fue bien, el siguiente relevo la hacían Javier y su primo, eran los más expertos en el tema y curiosamente fueron los que más problemas tuvieron con los motores y casi no llegan a la presa.

El motor principal (25 CV), perdía fuerza cuando se calentaba y no podía con la corriente. Hicimos todo tipo de pruebas y al final resulto que Llorenc era un “manitas”, quito la tapa del motor y colocando un tramo húmedo encima de la parte eléctrica el motor funcionaba bien más rato, ya que tardaba en calentarse.

Por ello se decidió que Llorenç y yo hiciéramos la etapa más larga, es decir el pantano de Mequinenza. Aun no eran las siete de la mañana cuando iniciamos la etapa, hacia mucho frío y gracias a los trajes de neopreno de 9 mm. lo aguantábamos, había ideado un sistema para no tener frío, me ponía una camiseta debajo del traje y aunque se mojaba todo, el agua de dentro se calentaba y me mantenía mojado pero caliente, llevaba gorra y gafas de sol que constantemente tenia que ir limpiando, ir sin ellas era un suplicio ya que todas las gotas iban a la cara sin dejarte ver.
Una pequeña lancha en un lago como Mequinenza y con un motor de 25 CV., vuela por encima del agua dando unos golpes terribles al caer y salpicando de forma que es imposible no mojarte, tampoco podíamos ir más despacio ya habíamos perdido mucho tiempo con los problemas y nos quedaba mucho río por recorrer. El Ebro tiene casi 1000 Km., era el cuarto día y aun estábamos muy cerca del mar.

Ese día avanzamos bastante y aprendí varias cosas, me llamo la atención los grandes peces que tiene el embalse, se llaman Siluros, son de origen alemán y los trajeron algunos bárbaros para pescarlos. Se han cargado toda la fauna de la zona y ahora son los reyes del lago, son de casi 2 metros y su carne es poca sabrosa, solo se pescan por deporte. Con la lancha les dábamos unos golpes terribles y a alguno lo pillamos con la hélice, a esas horas de la mañana no se distinguían en el agua y a la velocidad que íbamos era prácticamente imposible evitarlos.

Durante más de dos horas subíamos el río sin problemas con buena velocidad y sin problemas con el motor, nos deleitábamos mirando el paisaje que nos rodeada y ya hacia rato que el sol calentaba y la sensación era agradable. También hacia que el agua nos pareciera más transparente que al inicio de la mañana.

Al cabo de un rato me llamo la atención ver un castillo muy bonito y que era igual a otro que habíamos dejado atrás hacia casi una hora. Lo curioso es que el primero lo vimos por la derecha y este estaba a la izquierda, reflexione y me di cuenta que también el sol estaba al otro lado. Solté un “joder Llorenç”, vamos al revés, volvemos hacia la presa. No puede ser me contesto no hemos girado para nada. Al final nos dimos cuenta que el embalse tiene una gran isla y al seguir la orilla como referencia le habíamos dado la vuelta y realmente íbamos hacia la presa. De inmediato dimos la vuelta y seguimos a toda velocidad por la ruta correcta.
Llevábamos emisoras que en teoría nos permitían estar en contacto con el resto del equipo, pero la práctica hacia que en muchos tramos del río no era posible la comunicación. Nos estaban viendo desde lo alto de las colinas que rodean el embalse y ellos si que se dieron cuenta de la maniobra, pero no hubo forma de contactar con nosotros. Luego vi la filmación que hicieron desde la colina y se ve perfectamente como cambiamos el rumbo para volver al buen camino.

Ahora se planteaba otro problema ¿ Cual de las múltiples entradas o lenguas era verdaderamente el río.? no se notaba la corriente y era una lotería adivinar cual era la buena, los planos para evitar que se mojaran los llevaba el equipo de apoyo y al no poder contactar con ellos, se planteaba un problema. Por cual nos decidimos, cada error podía suponer entre media y una hora con el riesgo de quedarnos sin combustible y no poder llegar al punto de relevo.
Mientras hablábamos sobre el tema, se cumplió de nuevo “el dicho de la raza suajili” Cuando hay un deseo hay un camino, No apareció el camino, pero si una lancha de pesca que iban por los famosos siluros, les preguntamos cual era el río y nos dijeron que la tercera entrada a la derecha.
Sin perder más tiempo nos dirigimos hacia ella y por fin se termino el embalse, la meta de esa mañana era Caspe.
Otra cosa que aprendí, es que el río no tiene carteles como las carreteras y sin planos no sabíamos que poblaciones íbamos pasando, la visión desde un río es muy particular, estas en lo más bajo y casi no ves nada al pasar por una población.

Al no ver a nadie seguíamos con nuestra frenética marcha pensando que nos faltaba mucho y que íbamos con retraso sobre el horario previsto.

La realidad era bien distinta, la carretera da muchas más vueltas que el río y al ir muy deprisa no había forma que nos pillaran con los coches, nos íbamos saltando todos los puntos de relevos y como aun teníamos combustible seguíamos nuestra marcha. Por fin en una curva que casi nos pasamos sin verlos estaban dos esperándonos, habían tenido que hacer un rally por el campo para acortar camino y llegar al río con el fin de pararnos.

Después de las bromas normales de la situación siguieron ellos en el río y nosotros tirados en la orilla esperando al resto del grupo, que llego al rato.

De esta aventura, recuerdo varias anécdotas. Una noche levantamos el campamento cerca de una presa, estábamos tranquilamente cenando y comentando la jornada, cuando de repente nos vimos rodeados por coches de la guardia civil y “números” que nos tenían encañonados. Llevábamos generadores eléctricos que funcionaban con gasolina y el ruido que hacían estos cacharros, hizo que no oyéramos el ruido de los agentes.

Después de una explicación sobre la situación y al vernos a todos vestidos con anoracs amarillos de gas natural (aun lo conservo) y furgonetas de la empresa. Dieron por buena nuestra versión, estuvimos un rato comentado con ellos la aventura, les parecía curiosa, se tomaron un café con nosotros y al despedirse nos desearon buena suerte y nos dieron un consejo. No acampar cerca de las presas ya que las vigilan contra atentados, ese era el motivo de su aparición por sorpresa.

Otra fue la llegada a Zaragoza, fuimos pasando todos los puentes sin problema hasta llegar al “Puente de Piedra”, donde había mucha expectación, tuvimos que elegir por cual ojo del puente pasábamos, lo intentamos pasar por varios de ellos, la corriente era fuerte y había olas estilo de los “bams” que se forman en las pistas de esquí, cuando la hélice dejaba el contacto con el agua la lancha se quedaba a merced de la corriente y era un tira y afloja entre la corriente y el motor.
Nos dejábamos arrastrar por la corriente unos cincuenta metros, poníamos el motor a toda velocidad y a por otro ojo, cada vez había más gente mirando el espectáculo, algunos gritaban que estábamos locos y otros nos daban consejos de por cual era mejor.

Todos estaban de acuerdo que es más peligroso era el del margen derecho, famoso por sus remolinos y porque allí se hundió un autobús que nunca han podido sacar, ¡¡ supongo que no llevaba pasajeros ¡¡.
A nosotros nos parecía el más adecuado a simple vista era el que tenia menos turbulencias, al final lo hicimos por el de al lado, es decir el segundo de la derecha y una vez pasado volvimos atrás ya que estaba previsto sacar la lancha en Zaragoza y filmarla con el Pilar de fondo, había algunos periodistas y mucha gente sorprendida por esos locos del traje de neopreno.

Otra noche en el lugar de acampada, no tuvimos la visita de la benemérita, pero si una invasión de mosquitos que en cuanto anocheció se acercaron a nuestras luces y tenían intención de cenar gracias a nosotros. Nos obligaron a apagarlas y cenar dentro de las tiendas.

Del inicio de la jornada siguiente no me podré olvidar en la vida. Javier el “actor” principal de la aventura, estaba harto de no ir en la lancha y dijo que esa jornada la harían él y su primo, todos estábamos de acuerdo, era su aventura, quienes más habían hecho por ella y casi no habían podido ir en la barca.

Se montaron en ella y una vez todo a bordo y listos para la jornada, pusieron el motor en marcha, dieron un par de acelerones, sonaba perfecto, pusieron la primera marcha y de nuevo aceleraron, el motor rugía perfecto pero la lancha no se movía. De nuevo la marcha y el mismo resultado, marcha atrás y lo mismo.
Todos estábamos expectantes en la orilla ¿ Qué falla? el motor suena bien, eran los comentarios.
Me fije en el agua, era turbia y no se veía el fondo del río, cuando aceleraban se creaban turbulencias detrás del motor, me parecieron muy suaves para lo fuerte que estaban acelerando y le comente a Javier, no habrás perdido la hélice, lo dije en tono jocoso y me contesto ¡¡ no digas tonterías ¡¡, volvió a probar un par de veces más y tampoco se movió. En vista del éxito, levanto el motor y con sorpresa vimos que no tenia hélice. Las carcajadas fueron sonoras y duraron un rato.

¿ Bueno, ahora que hacemos?, la hélice “sin estrenar” estaba en el fondo del río y era imposible recuperarla, no se veía nada, el agua era marrón y nadie tenia ganas de bucear a tientas. No había más remedio había que volver a colocar el cansado motor de 25 CV. y todos estaban de acuerdo, debíamos ir en la lancha Llorenc y yo, ya que éramos los únicos que conseguíamos hacerlo funcionar aun con problemas.

Hicimos otra larga jornada de lancha, en un momento nos cruzamos con un toro que estaba en la orilla y se asusto más que nosotros, el susto nos lo llevamos al cabo de un rato cuando un cable que cruzaba el río a 1 m. de altura casi nos deja sin cabeza, nos dimos cuenta en el ultimo momento y nos agachamos a tiempo. Supongo que era de un barco para cruzar el río, como ocurre en Tivissa, pero el barco no estaba y el susto fue grande.
Al cabo de un rato el río se dividía en dos, seguimos por el de mayor caudal para evitar problemas, en muchas ocasiones el río se divide en dos o tres y deja pequeñas islas en medio, lo ideal era ir por la de mayor caudal, ya que buscábamos profundidad para evitar dar con las piedras del fondo. El que iba delante marcaba el camino gritando derecha, izquierda, cuidado afloja y el otro la conducía según los gritos. Para que estuviera lo más plana posible y no romper las hélices, el delante (casi siempre yo) iba colgado de la punta y así evitar que se levantara de la punta, cosa que hacia al bajar las revoluciones. En varias ocasiones el motor perdía fuerza y nos veíamos obligados a parar en la orilla o en las islas (era más bonito) y enfriarlo con un trapo mojado sobre el delco.

De este ultimo desvío, nos llamo la atención que no volvíamos a juntarnos con la otra parte del río, decidimos consultar los planos. Nos habíamos ido por el río Aragón en lugar del Ebro “ el afluente era más grande que el principal”, volvimos al Ebro y continuamos, me llamo la atención lo poco profundo que es el río en algunos puntos y aun estábamos muy lejos del nacimiento.

Al cabo de un rato el río desapareció, nos cortaba el paso una pared y toda el agua la hacían pasar por un canal para fabricar electricidad, el canal tenia rejas y era imposible pasar. Tuvimos que ir al pueblo hablar con el responsable de la esclusa y que la abriera, por descontado le pedimos que no pusiera en marcha las turbinas, nos hubieran succionado en un momento, todo esto ocurrió ya en Tudela, un pueblo precioso y que pudimos contemplar mientras esperábamos al señor en cuestión.

Por fin llegamos a Logroño y a partir de este punto y hasta Reynosa, el río cada vez tiene menos agua y en muchos tramos es un riachuelo, tuvimos que hacerlo con lancha pequeña, a veces podíamos ir con el motor de 4 CV. en marcha, otras había que ir a remo y en algunos casos bajarse y tirar de la barca ya que la profundidad no permitía ni siquiera remar. Pasamos por poblaciones preciosas como Pesquera de Ebro y por fin el embalse del Ebro.

Dimos unas vueltas navegando por el embalse para celebrar la aventura, hicimos fotos con el cartel “Embalse del Ebro”. Fuimos hasta Fontibre para ver el nacimiento del río, lo hicimos en coche ya que no se puede navegar con tan poca agua.


Después de la aventura del río, con algunos compañeros del GARB, fui al Aconcagüa. La cosa se tercio de una forma curiosa, ellos no son muy montañeros pero si les gusta cualquier aventura y aprovechando el éxito del Ebro (Escribí un pequeño articulo para la revista de gas Natural), propusieron a la empresa navegar el río de la Plata, gas Natural tiene negocios en Buenos Aires y tenemos compañeros allí. La idea no gusto a la empresa y yo la modifique por la de subir el Aconcagüa, aprovechando que uno de los directores de allí es catalán y montañero, al cual yo conocía de sus inicios en la empresa y habíamos hablado de montaña.

Los del GARB, pensaron que podían descender en parapente desde la cima y dos de ellos se apuntaron. Al final el director de Buenos Aires consiguió 5000 $ de telefónica en Argentina y nosotros que gas Natural pusiera 10.000 $, además de otras empresas conseguimos casi 2.000.000 de ptas. Al margen del dinero la casa Santiveri nos dio comida para un regimiento, había demasiada y no la cargamos toda. Durante casi un año Mercè, Mary y yo estuvimos comiendo chocolate, galletas y otros productos de lo que sobró.

A pesar de ir como gas Natural, Iberia nos hizo pagar exceso de peso que nos costo 150.000 ptas. no previstas, las subvenciones llegaron tarde y algunos de los que tenían que ir, no lo hicieron. No tengo claro si fue por no adelantar el dinero o por que no se fiaban de recibirlo de verdad, nos fuimos sin el dinero de Telefónica y gas Natural.

La pena fue que dos de los mejores montañeros no fueron y con ellos se marcho la idea de subir por el glaciar de los polacos. En principio queríamos subir por la vía normal los del parapente y por la ruta de los polacos los montañeros. Al final y con el fin de subir los parapentes hasta la cima decidimos que todos lo intentaríamos por la vía normal. Era mi segunda intentona a esa dichosa montaña, hacia tres años había ido por mi cuenta con tres amigos y por el mal tiempo no pasamos de Nido de Cóndores, después de aguantar allí dos noches de perros. Para colmo yo había estado cuatro días en plaza de mulas con los ojos vendados.
El día que llegamos al campo base, solo llegar me lave la cara en un laguito que había, resulto que allí se meaban los mulos, cogí tal infección que al día siguiente no podía abrir los ojos.
El medico del campo base me los lavaba cada día y me los vendaba, estaba todo el día sentado en una tumbona y me tenían que acompañar al water, algunos ya conocéis que el andar por allí con los ojos cerrados no es fácil.
Por descontado tampoco pude aclimatar bien y en la subida a Nido de Cóndores lo pase bastante mal. El medico me aconsejo que no subiera ya que el sol y la nieve me iban fatal para los ojos, aun así no quise quedarme abajo, lo intente, subí con dos gafas puestas unas pequeñas de sol y encima otras grandes de esquí.

El día que llegamos a Plaza de Mulas, bajaba de allí, J.M. Pujante un medico montañero que dieron por muerto en esos días y que después de tres días de vagar por la montaña apareció en el campo base. Según su relato al segundo día de estar perdido y con una tormenta en la montaña, (los que han estado allí seguro que se acuerdan del “hongo” que cubre la montaña cuando hay tormenta) se sentó en una piedra para morir y se quito el anorac para que fuera más rápido. Se durmió y cuando despertó (estaba vivo) y hacia un día precioso, lo que facilito su orientación para llegar al campo base, donde ya habían dejado de buscarle y lo habían dado por muerto. Posteriormente al cabo de unos años ascendió a la montaña ya que como meta tenia el ascender a la montaña más alta de cada continente, lo que consiguió años después.

El Everets lo subió con una expedición patrocinada por gas Natural y a la que tuve posibilidades de ir, aunque solo como ayuda en el campo base y hacer de enlace con la empresa desde allí. Al final no pudo ser y me quede con las ganas.

De mis compañeros de esta primera experiencia, uno (Fidel) también se apunto esta segunda vez, otro no pudo por lo comentado antes y el tercero no pudo por trabajo. Fidel ya había ascendido el Kilimanjaro, Ruwenzori, Montblanc, etc., lo conocí siendo alumno mío en un curso para obtener el carné de instalador de gas, también así conocí a Miguel, con el cual como sabéis he subido al Cervino, Montblanc, y otras montañas de Ecuador.

Para la segunda intentona lo teníamos todo mejor organizado, pero no podíamos influir en el tiempo, el cual también fue nefasto, preparamos la aclimatación de forma correcta y entre nevada y nevada subíamos cosas a Nido de Cóndores.
El tiempo era muy malo y al pasar tantas horas en el campo base, hicimos amistad con dos madrileños y dos vascos y decidimos aunar esfuerzos para subir juntos, sustituyeron a los compañeros que no habían podido ir con nosotros desde España.
Esta vez por culpa nuestra y a causa del sol y la nieve, Fidel y yo nos quemamos la cara. Hicimos un traslado de material a Nido con ½ metro de nieve recién caída y un sol tremendo, no tuvimos la precaución de taparnos la cara y se nos quemo de tal forma que el medico nos ponía cada día la crema de la vaca y nos prohibió subir hasta curarnos. (tengo alguna foto con la cara hinchada y quemada, que casi no me reconozco)
En esos días estaba allí Juanito Oiarzabal, también había montañeros vascos y coreanos que habían coincidido en el Everets, Juanito llevaba en aquel entonces 5 ochomiles, iba como guía de un grupo de montañeros castellanos, lo hacia como negocio para financiarse las expediciones al Himalaya, curiosamente el y los suyos tampoco llegaron a la cima, aunque a él le daba lo mismo ya que lo había subido varias veces.

Cada día de mal tiempo venía a nuestra tienda por las tardes y hablábamos de montaña, contaba chistes y bebía como un cosaco, armaba unas juergas con los demás montañeros y hacia lo que quería, era como el jefe del campo base y todo el mundo le respetaba. Recuerdo que uno de los días que bajábamos de dejar material de Nido, estaba esperándonos con un jamón, iba cortando trozos y lanzalandolos a medida que llegábamos, lo había pasado en un bidón por la aduana sin que se lo vieran. Cuando llego mi turno al cortar le salió un tajo muy grande y dudo en dármelo, le hice un gesto como diciendo no seas tacaño y me lo lanzo con un “joder tío vaya cacho te llevas”.

En contrapartida nuestras galletas, chocolates y demás productos Santiveri, servían para alimentar a un montón de gente, al final regalamos lo sobrante para no cargarlo de vuelta y el ultimo día corrió la voz por el campo base y venían grupos a llevarse las cosas que nos sobraban.

Llego el día clave para el ascenso y todos los grupos que esperábamos el buen tiempo iniciamos la subida, debido a mi mala aclimatación no pude seguir el ritmo de mis compañeros, algunos subieron desde Plaza de Mulas a Berlín y otros se quedaron en Nido, Fidel dijo que estaba harto de esa montaña y que pasaba de ella, yo lo volví a intentar pero mi aclimatación no era buena y no podía seguir el ritmo de los demás, me baje desde cambio de pendiente y para mí también se acabo ahí el segundo intento.
Estaba previsto mal tiempo en 24 horas y no podía hacer cumbre con el ritmo que llevaba. De nuestro grupo, solo consiguieron llegar a la cima los tres que durmieron en Berlín esa noche. Después de la cumbre, bajaron de un tirón al campo base, ya con el mal tiempo encima. Era el primer día en un mes que se hacia cima, lo consiguieron 6 o 7 personas ese día y después, en varios días tampoco se pudo.
Con uno de los que lo consiguió (Raul) posteriormente tuve bastante relación y juntos fuimos a Marruecos y subimos al Toubkal e intentamos el Moghün, también con el y Miguel, subimos el Perdido, fuimos a Ecuador e hicimos escaladas en Montserrat.

Aunque como persona es un poco especial, es un buen montañero, en su curriculum tiene al margen del Aconcagüa y las más importantes del Pirineo, el Montblanc, Huascaran, Kilimanjaro, Mackinley, Chimborazo, Cotopaxi, Carahiguarazo, Toubkal, de las más altas de Sudamérica le falta “Los Ojos del Salado” en Chile. Su intención es subir los más altos de cada país y de cada continente y si tiene medios lo conseguirá.

En cuanto a los del parapente, la cosa tuvo gracia. Javier (el mismo del río, que por lo visto debe ser un gafe) estuvo explicando su intención y todo el campo base estaba al día de la situación, el mismo día que subimos todos el también lo hizo hasta cambio de pendiente y durmió allí, para lanzarse desde ese lugar a primera hora de la mañana, según sus cálculos sobre las 7 A.M. era la mejor hora ya que había calma y no habían ráfagas de viento.
El día clave en lugar de lanzarse, bajo andando con el parapente a cuestas, todo el mundo le pregunto el porque no se había lanzado y el explico técnicamente los motivos por los que era un mal día para hacerlo, mientras lo explicaba, llego uno corriendo y le dijo que saliera de la tienda, salimos todos a ver que pasaba y al mirar al cielo, vimos 4 parapentes volando sobre los 5000 metros, dos aterrizaron correctamente en la zona que tenían prevista y otros dos se fueron donde quiso el parapente y se dieron un buen tortazo, por suerte no les paso nada y al rato estaban los cuatro franceses en el campo base explicando sus peripecias. La credibilidad de Javier quedo en entredicho, menos mal que al día siguiente nos bajamos a Mendoza y no tuvo que aguantar muchos comentarios.

Por el momento mi ultima salida con el Reddis ha sido al Monte Perdido, esta montaña siempre me ha gustado. Hace muchos años siendo niño, pasé un mes en el Valle de Pineta y hacíamos excursiones por la zona, me quede con las ganas de subir el Perdido y pense que algún día lo haría.
A pesar de haber estado varias veces por la zona con la intención de escalar picos como el Tozal del Mallo, Gallinero, no fue hasta 1980 cuando con unos amigos preparamos varias escaladas por el Pirineo tanto francés como español, entre otras hicimos escaladas a los picos Quayrat, Lezat y la Nor-occidental del Balaitus, escalada de gran prestigio en el Pirineo con su famosa aguja “Lamatte” que está separada de la pared y que después de escalarla hay que rappelar para seguir la vía.
Cuando llego el día de la norte del Perdido y después de muchos días fabulosos llego el mal tiempo y frustro nuestro intento.

En 1990 con mi amigo Ciscu lo intentamos subir por Ordesa. Veníamos de hacer las crestas de Salenques que recorren el Margalida, Tempestades, Hombro de Aneto y Aneto. Unos días antes habíamos hecho en una mañana, los tres Biseberris y el Comaloformo, también habíamos hecho una excursiones hasta Marbore desde pineta.
Por esa época estabamos en forma y sin problemas llegamos a Goriz a las 14 h. dudamos en seguir ese día hasta la cima o dejarlo para la mañana siguiente, decidimos lo ultimo y craso error, la noche fue de perros y el día siguiente llovió sin parar.
Con el cabreo encima (era la segunda vez que el tiempo me obligaba a retirarme de esa montaña) bajamos por la ruta de los cazadores para que la bajada fuera distinta y paliar el cabreo, estuvo lloviendo todo el día, este camino es precioso y la bajada final hasta el parking bastante peligrosa, luego me enteré que había gente que se perdía por esa zona y alguno se había despeñado al equivocar el camino de bajada.

A la tercera va la vencida y así fue, en 1997 cuando estabamos preparando el viaje a las montañas de Ecuador, decidimos hacer una montaña para conocernos mejor, ya que había gente que estaba indecisa si ir o no a Ecuador. Rápidamente dije “al Perdido” y así fue como preparamos la subida por Ordesa. Era el ultimo día de junio y llegamos al parking a las dos de la mañana hicimos un vivac al lado del coche, yo iba con Miguel y desde Madrid llegaron 3, Raul y dos amigos de él, que al final no fueron a Ecuador, pero si subieron al Perdido. A las 7 de la mañana ya estabamos en pie y llegamos pronto al refugio de Goriz, pensando en la experiencia de hacia años, les dije que quería subir ya y no esperar al día siguiente. Hablamos y al final como teníamos tiempo y el día era bueno subimos.
A las 6 de la tarde estabamos en la cumbre y a las 8 de nuevo en el refugio.
Los madrileños eran contrarios al sistema actual de la federación y no querían usar el refugio, como la noche era buena hicimos un vivac en las proximidades y cenamos muy bien con toda la comida que habíamos subido para el fin de semana.
Por fin había subido al Perdido, aunque aun no por la cara norte, es decir desde Pineta.

Le comente a Gerard que quería hacerlo y como ni él ni Mercè habían subido a esa montaña les hizo ilusión. Al final fuimos Toni, Lluis Simo, Gerard, Mercè, Ciscu (mi amigo con el que lo había intentado en el 90) y yo.
Cuando le comente a Ciscu que quería hacerlo, rápidamente se apunto para quitarse la espinita del 90. Salimos un viernes por la tarde hacia Pineta y una vez todos juntos, dormimos en el camping. Por la mañana cargamos con todo e iniciamos la subida a Marbore. La recordaba muy dura cuando la hice con Ciscu y me lo siguió pareciendo cuando la subimos esta vez.
Ciscu sigue estando en plena forma y con Gerard y Mercè habíamos llegado pronto al lago. Toni se quedo esperando a Lluis, aunque después se separaron y Toni llego al cabo de un rato de haber llegado nosotros.

A Lluis le costo más tiempo y al llegar dijo que la subida hasta Marbore lo había reventado y tenia decidido quedarse allí en lugar de subir al día siguiente.
Una vez todos en la zona del lago, decidimos acampar por la zona, mi intención inicial era subir hasta el cuello y acampar en el lago helado para poder subir el Cilindro y el Perdido.

Por la tarde estaba prevista una tormenta y llegó a su hora, menos mal que ya habíamos acampado y la pasamos en el interior de las tiendas, fue intensa pero corta y la aprovechamos para dormir la siesta. El final de la tarde fue bueno y pudimos preparar una buena cena.

A las cinco nos levantamos y después del desayuno y los preparativos, iniciamos el ascenso cuando empezaba a clarear, eran las 6 de la mañana. A las 7.30 estabamos en el cuello y se planteo la posibilidad de seguir por la cresta en lugar de bajar al lago helado y seguir la ruta normal. Ciscu y Toni se fueron por la ruta normal y los demás intentamos seguir la cresta, después de un rato vimos que el camino no era claro y decidimos ir detrás de ellos. habíamos perdido media hora y cuando llegamos de nuevo al cuello, Toni y Ciscu ya subían por la ruta normal. Intentamos recuperar el tiempo y nos fuimos acercando a ellos. Casi no había nieve en la zona que hay desde el lago helado hasta la cima y la tartera final era muy pesada. A Ciscu lo veíamos seguir la ruta y pisaba toda la nieve que podía para evitar las piedras sueltas. Toni estaba un poco más atrás y seguía por las piedras, nosotros seguíamos a Toni e íbamos por la zona donde se acababa la nieve, en esa zona las piedras por el frío estaban aun duras y no se movían mucho. En ningún momento fue necesario usar grampones, ni en la zona del glaciar que lo habíamos pasado a primera hora de la mañana ni en el tramo final.

El día era espléndido y hacia calor. Sobre las 9.30 llegamos a la cumbre, Ciscu y Toni ya estaban allí esperándonos, lo celebramos todos juntos y después de comer algo y las fotos de rigor bajamos lo más rápido posible. En cuanto pudimos cogimos la nieve y así bajar más rápido, Mercè no tiene mucha practica en ello y le costaba un poco, le falta la confianza en saltar y clavar los tacones de las botas.

Al llegar a la zona de piedras que lleva al valle de Pineta encontramos una romería de gente, algunos iban encordados y bajaban a paso de tortuga. Son unos 30 metros bastante verticales donde no hay nieve y hay que subir y bajar por la roca, por la mañana no habíamos encontrado a nadie, ya que éramos los más madrugadores y todos los demás iban por detrás. Por suerte al ver que íbamos sueltos y mucho más rápidos que ellos nos dejaron pasar. Había dos canales para poder bajar y mientras que ellos bajaban por una nosotros lo hicimos rápidamente por la otra. Si estas acostumbrado a escalar esa grimpada es sencilla, aunque siempre hay que llevar cuidado.

Una vez cruzado el río llegamos donde estaba Lluis, ya había recogido todo y pronto pudimos iniciar el descenso que también se hizo eterno. A las 3 de la tarde estábamos casi desnudos en el río, (No era del todo, porque había mucha gente pasando el día en las orillas y nos miraban pensando que estabamos locos) Nos refrescamos con el agua muy fría, pero que nos sentaba de coña después de la paliza. Comimos de forma abundante en el restaurante del camping e iniciamos el regreso a casa con los deberes hechos.

Tengo muchas ganas de ir a subir montañas en Bolivia y Perú, así como de volver al Aconcagüa o a los Andes Argentinos/Chilenos, también me haría mucha ilusión ir a Tanzania y Kenia para subir el Kilimanjaro y al monte Kenia, que como montaña me atrae bastante más. Lanzo desde aquí estos deseos para ver si podemos organizarlo entre todos y así poder seguir escribiendo notas sobre las salidas.

jueves, 8 de mayo de 2008

MONTAÑAS CON EL REDDIS

Desde muy pequeño he tenido una gran afición a los deportes y básicamente la montaña y el fútbol. Durante muchos años fui socio de la UEC y de varios clubes de fútbol, en los cuales he jugado siempre como aficionado. Nunca me lo tome demasiado en serio ya que mis excursiones a escalar no me permitían jugar los fines de semana.

En la UEC, fui monitor de escalada durante varios años y conocí grandes alpinistas que con los años hicieron expediciones en el Himalaya, mi trabajo no me permitió participar en ellas, pero si que tuve el placer de escalar con ellos en las montañas de Europa.

Cuando conocí a Gerard, el trabajaba en el camping “La Noria”, mi familia y yo estábamos allí de veraneo. Con el tiempo y a raíz de su relación con mi hija Mercè
Fuimos hablando o mejor dicho Mary y Mercè me contaban que sus padres eran montañeros y salían de excursión frecuentemente, me decían que podríamos ir algún día con ellos. Soy reacio a conocer a más gente ya que por mi trabajo tengo que hablar con muchas personas que no conozco y cuando estoy de fiesta prefiero estar aislado de la gente.

Al final me apunte a una excursión als Ports de Besseit, era un domingo por la mañana y había que subir al pico de La Espina. Estaba cansado, ya que la tarde anterior había jugado a fútbol (Aun juego en una liga de veteranos de Vilassar de Mar) y no tenía muchas ganas de madrugar, pero Mary me obligo. Al final fue un día agradable, subimos la montaña, mi setter pelirroja “Taña” iba a mi lado como hace siempre y para que no fuera incordiando a la gente tuve que ir un poco separado del grupo.


Al final de la jornada vi que era gente muy simpática y que el REDDIS es un club que reúne mis dos grandes aficiones.

Por mi trabajo no pude ir al treking de Marruecos con varios de ellos, también influyo que hacia 2 años con Mary y Mercè habíamos recorrido esa zona del Atlas y con Mercè subimos al Toubkal e intentamos el M’Goum, este ultimo fallido por el mal tiempo.




Posteriormente, se planteo una excursión al Aneto, era el mes de julio, me apunte y también lo hizo mi amigo Miguel, un gran montañero y mejor amigo. Con él, he realizado las excursiones más agradables de mi vida. Escale el Cervino por la arista italiana una de mis ilusiones desde niño, fue una aventura emocionante.




Una tormenta de verano nos tuvo encerrados 36 horas en el refugio a 3800 m., menos mal que ya habíamos hecho cumbre y en estos casos se lleva mejor el encierro, la tormenta fue impresionante, nos cogió iniciando el descenso y tardamos 11 horas en bajar lo que habíamos tardado 7 en escalar, tuvimos que abandonar una cuerda que se helo y no pudimos recuperarla, en varias ocasiones nos planteamos hacer vivaque en la cresta, llevábamos la funda. Al final no lo hicimos ya que los relámpagos nos iluminaban el refugio y podíamos distinguir el camino, la nieve que no paraba de caer tapaba los clavos para los rappeles y teníamos que ir buscándolos bajo la nieve. Miguel iba el primero y le toco la parte más dura además al quedarnos con solo una cuerda los teníamos que hacer como máximo de 25 m. y el avance era muy lento.
Por fin llegamos al refugio, eran las 2 de la madrugada, casi nos lo pasamos de largo en el ultimo rappel, tuvimos que hacer un franqueo en la pared para llegar a el. Recuerdo haber sentido una sensación de tranquilidad en ese momento como pocas veces he tenido en una montaña.

También escale con Miguel, el Caball Barnat de Montserrat por la vía Punsola situada en la cara más larga del monolito, hacia muchos años que quería hacerlo, fue una escalada muy agradable realizada una mañana de primavera.

En otra ocasión estuvimos un mes subiendo montañas en los andes Ecuatorianos, esta aventura necesitaría un capitulo para ella sola.

Siguiendo con la excursión al Aneto, llegamos tarde a Benasque y no pudimos subir al Bus que acerca al refugio, tampoco nos dejaron pasar con el coche, lo hicimos a pie Mary, Miguel, Taña y yo, la noche era bonita, al llegar al refugio era muy tarde y todo el mundo estaba durmiendo, Mary entro a dormir en el interior, los demás nos quedamos en el vestíbulo y por descontado no conseguimos dormir. El continuo trajín de la gente al lavabo lo hizo imposible. Llegó el amanecer y después de desayunar iniciamos la ascensión al pico.
Hace años, concretamente el 1 de agosto de 1990 escalé con un amigo esa montaña por las crestas de Salanques, subiendo los picos de Margalida, Tempestades, Hombro de Aneto y Aneto. Tuvimos un contratiempo en la zona más complicada de la cresta y casi nos despeñamos en la pared del Margalida, por suerte la piedra a la que estaba asegurado aguanto el “saque” de mi amigo al caer, la piedra se desplazo de su alojamiento y quedo apoyada en mi espalda, por poco no cayo al abismo arrastrándonos con ella.
Después del susto (mi amigo no se entero hasta años más tarde de lo poco que nos falto) hicimos un Vivaque en la cresta y al día siguiente llegamos a la cumbre del Aneto, al bajar por la ruta normal pasamos por un sitio estrecho donde se paraba la gente y algunos no se atrevían a cruzarlo, le comente a mi amigo que aquello debía ser el famoso paso de Mahoma. Volvimos atrás y lo pasamos de subida.
Recuerdo que me decepciono un poco, había leído sobre el y me esperaba algo más impresionante, también recuerdo que la bajada hasta el refugio me pareció una paliza y pensé que no valía la pena subir por este camino.

Cuando subimos con el REDDIS no me pareció pesada, Miguel y yo cruzamos el glaciar sin grampones, Mercè si los llevo, era su primera experiencia con ellos y era una zona que podía ser peligrosa. Hizo un día precioso y estuvimos más de una hora en la cumbre viendo como iban llegando personas, algunos tal como paso hacía años no quisieron cruzar el paso de Mahoma. En la bajada Miguel fue perdiendo las suelas de las botas y llego al refugio sin ellas y después de haberse caído en repetidas ocasiones por culpa de los patinazos.

Otro fin de semana ascendimos al Posets por el valle de Estos, lo habíamos intentado dos veces, una de ellas llegamos casi al collado pero las inclemencias del tiempo nos obligaron a volver las dos veces, está vez se cumplió lo de “a la tercera va la vencida” aunque empezamos la excursión con lluvia al rato paró y nos permitió llegar a la cumbre escalando una arista algo expuesta. No llevábamos cuerdas y para evitar problemas decidimos bajar por la ruta que sube desde el valle de Eriste, rodear el pequeño glaciar hasta el collado y bajar hacia Estos, fue una larga excursión y una buena preparación para nuestro próximo objetivo “El Montblanc”.

El nueve de agosto salimos once personas dirección a Chamonix ilusionados en subir a la cumbre, teníamos reservadas dos noches en el Gouter, por el camino paramos a comer en casa de unos familiares del Lluis Simó, el tiempo fue empeorando a medida que nos acercábamos al punto de destino, aunque en general el viaje fue agradable. Al llegar a la Gite d’ etape la lluvia ya era constante y no se preveía una mejora, la organización era perfecta y todo estaba controlado menos el tiempo, al día siguiente siguió lloviendo, decidimos hacer una excursión y así evitar estar encerrados, lo mismo nos toco hacer otro día más al no mejorar la climatología, no paraba de llover y eso empezó a crear malestar en algunos de nosotros, ya que empezamos a pensar que todo lo hecho no iba a servir para nada.
El grupo lo componíamos Gemma, Jordi, Xavier, Josep Ramón, Toni, Lluis, Gerard, Mercè, Miguel, más un conocido de su pueblo de nombre David, que resultó ser un buen montañero y muy amable, también iba yo en el grupo.

He vivido varias salidas a los Andes y Alpes y por experiencia sé que cuando el tiempo no acompaña y las personas vemos que se van al traste nuestros proyectos nos ponemos nerviosas y la relación en el grupo empieza a resentirse, el tener siempre algo que hacer ayuda a que eso no ocurra y el salir de excursión aunque nos mojáramos era una buena idea.
Miguel tenía pocos días de fiesta y el continuo mal tiempo le ponía nervioso, en algunos momentos llegó a contagiarlo al grupo. Al tercer día de mal tiempo y ya hartos, se plantearon dos posibilidades. Una volver a casa y dar por terminada la aventura, la otra hacer un intento con la esperanza de que el tiempo mejorara y nos permitiera hacer cumbre. “La meteo” no indicaba una rápida mejoría y si en dos o tres días, otro problema estaba en los dos días de reserva del Gouter, ya había pasado uno y aún estábamos en Chamonix.
Después de dialogar, se crearon dos grupos. Los que querían volver ya y los que antes de volver querían hacer un intento aun a riesgo del mal tiempo. Mi teoría era, y es que si no lo intento me quedaré siempre con la duda, si lo pruebo y no puedo, al menos el viaje habrá tenido un motivo y no me parece tan desaprovechado.
A la mañana siguiente y sin tener claro con que nos íbamos a encontrar, pero con la esperanza de llegar al refugio y pasar en él la ultima noche que teníamos reservada. Salimos Toni, Josep Ramón, Gerard, Miguel, David, Mercè y yo.
El tiempo no era bueno pero permitía ir ascendiendo, antes de llegar al primer refugio ya había nieve recién caída.
Paramos para coger agua en el refugio, pero no vimos donde y continuamos sin ella, posteriormente nos dimos cuenta que había que comprarla dentro. La parada la hicimos Toni, Gerard, Mercè y yo, los demás siguieron por la cresta sin desviarse hacia el primer refugio. Justo al inicio de la zona peligrosa por la caída de piedras nos esperaron David y Miguel, nos ayudaron a pasar y a continuación iniciamos la subida por la cresta.
La nieve recién caída hacia que no se vieran los agarres de las piedras, con los grampones puestos y gracias a ellos y a las clavijas allí colocadas ascendimos la cresta hasta el Gouter.
Por razones obvias íbamos juntos Toni, Gerard, Mercè y yo, cuando llegamos al refugio a primera hora de la tarde, los demás ya habían elegido el sitio para descansar. Conocimos a un chico de Santander que iba solo y no tenía reserva.
Al final éramos 8, nos colocamos en el espacio de 5. “menos mal que estaba reservado para 11”. El resto de la litera estaba ocupada por coreanos y japoneses que nos dieron la noche y casi no pudimos descansar.
Me encontraba mal, me dolía la cabeza y las piernas, el no haber bebido agua en todo el día hizo que tuviera más malestar del cansancio normal. Miguel me trajo una botella de agua y me tomé una aspirina, para evitar los calambres hice unos estiramientos y dormí un rato.
Al ir a cenar ya estaba mejor y la cena aunque no era nada especial me sentó muy bien, aun así en ese momento creí que al día siguiente no estaría en condiciones de seguir, mi moral en ese momento estaba baja. Por suerte me recupere bien y en la madrugada pude salir con todos.

El refugio estaba a rebosar, había más del doble de las personas que caben en condiciones normales, los “zuecos de goma” que se utilizaban en el refugio, más bien parecían barcas por la cantidad de agua que tenían dentro y era casi imposible encontrar su par.
La cena fue a las siete y había gente esperando que termináramos para poder dormir en las mesas y los bancos, esos tenían suerte, había muchos más que dormían encima de mochilas, botas y demás material.
Para llegar a la zona de las literas tuvimos que saltar por encima de los cuerpos y cabezas de los que estaban estirados por el suelo, lo mismo ocurrió para ir al W.C., en el cual por descontado había cola.
Alrededor del refugio se había montado un campamento de tiendas y todo el conjunto me recordaba al campo base del Acongagüa.

Una vez todos colocados intentamos dormir un rato, nos teníamos que girar todos a la vez y gracias a los personajes de piel amarilla casi no pegamos ojo.
A las dos de la madrugada nos esperaba el desayuno, a los que estaban tumbados en la zona de las mesas y bancos ya los habían echado y estos a su vez a los que estaban encima del material, aun así hicimos cola para desayunar.

Hicimos los últimos preparativos y sobre las tres iniciamos la marcha, aunque íbamos en grupo lo hicimos por separado, J.R. y el santanderino iban juntos, así como Miguel y David, los demás, es decir Toni, Gerard, Mercè y yo nos encordamos juntos. Tuvimos que subir todo el material ya que no se podía dejar nada en el refugio.

Por suerte la noche era preciosa y se confundían las estrellas con las luces de los frontales, era difícil distinguir el final de la fila y parecía que ya había gente cerca de la cumbre, la cual por descontado no se veía en plena noche.
Hacia mucho frío e íbamos bastante abrigados, el camino no tenia problemas técnicos era cuestión de seguir las trazas del de delante, aun así íbamos encordados por seguridad y evitar sustos, parecíamos una procesión todos en fila.

Mi frontal empezó a fallar, no había tenido la precaución de poner una pila nueva a pesar de llevarla en la mochila, intente sin éxito cambiarla, me ayudo Toni, el frío hizo que no pudiéramos conectar los bornes. Lo dejamos correr ya que con la luz de los demás y que ya amanecía, no hizo imprescindible el cambio.

Con las primeras luces del día llegamos al Vallot, donde entramos a comer algo y descansar un rato, seguía haciendo mucho frío, dentro habían bastante personas algunas estaban tumbadas como si hubieran pasado allí la noche, otras estaban descansando. Mercè en general estaba bien, Gerard tenia mucho frío en las manos y pies, se quito las botas y Mercè le dio unas friegas para que entraran en calor, Toni comento que no se encontraba bien y que no se veía en condiciones de continuar. Comimos algo e intentamos que Toni siguiera.
Por experiencia sé que en estos casos hay que intentar que la persona siga, pero hasta cierto punto ya que se le puede hacer crear un sentido de culpabilidad, si entiende que los demás no siguen por el. Me encontraba mejor de lo que pensaba y más después de los apuros que pase el día anterior.
Al quedarse Toni, dejamos con él algo de peso y salimos hacia la cumbre, ya se veía, el día era claro y se divisaba a lo lejos.
Miré el reloj, eran las siete de la mañana, sin darnos cuenta habíamos estado más de una hora dentro del Vallot, pero había tiempo parar llegar a la cima.
Cogimos agua, algo de comida y las cámaras, el resto del material y ropa lo llevábamos puesto ya que aun hacia mucho frío.
Al salir del refugio hay una pala impresionante sin tramos para descansar, es el tramo más duro de la ascensión, nos llevo casi una hora. Mientras que la ascendíamos nos cruzamos con J.R. y el santanderino que ya bajaban, nos comentaron que íbamos justos de tiempo para llegar al ultimo tren y que nos lo pensáramos, no me hizo gracia pensar que teníamos que dar la vuelta por culpa de un tren y con un hasta luego continuamos la ascensión.
El día era precioso y las vistas impresionantes, se veía por debajo nuestro la famosa Aguille de Midi, que pequeña parecía desde donde estábamos. Al inicio de la segunda pala, algo más suave que la primera y que enlaza con la cresta cimera, la cual es más larga de lo que me esperaba, nos encontramos a Miguel y David que bajaban, nos dieron ánimos y nos dijeron que en una hora estaríamos en la cima. Les comentamos que Toni estaba en el Vallot, les dije que le hicieran bajar con ellos y si podían se llevaran lo que allí habíamos dejado, nos reuniríamos todos en el Gouter.

Los tramos finales fueron pesados, la pendiente fuerte ya estaba superada y quedaba la cresta final, íbamos varios grupos de varias personas cada uno. Cuando un grupo se paraba los otros teníamos que pasarlos, para evitar liar las cuerdas había que apartarse de las trazas y dificultaba el ascenso. Al final cuando paraba el primero parábamos todos y eso hizo que tardáramos más de lo previsto.

Por fin llegamos a la cumbre poco antes de las 10 h., no está claro cual es el punto más alto, la cima es una gran loma y no hay nada que indique el punto. Tampoco es posible llevarse una piedra de la cumbre, era todo nieve excepto una mierda que alguno había dejado allí de recuerdo, por descontado estaba helada y parecía una piedra. Pero no nos la llevamos de recuerdo. Nos hicimos fotos y también hicimos a otros grupos que nos lo pedían, iniciamos el descenso, a medida que perdíamos altura la nieve estaba más blanda. El sol ya picaba fuerte y solo se mantenía dura en las zonas que hacia viento el cual aun era frío.
Llegamos al Vallot, dentro estaba Toni esperándonos, no había querido bajar con ellos. Recogimos las cosas y seguimos el descenso los cuatro juntos.
Toni estaba recuperado pero Mercè tenia dolor de estomago y le dolía mucho el pie, la bota le estaba haciendo daño y en las bajadas eso se nota mucho más.
Al llegar al Gouter nos dimos cuenta con desagradable sorpresa que todos se habían ido sin esperarnos. Sin perder tiempo continuamos bajando, nos quedaba lo peor, la cresta se hizo interminable, subía mucha gente y al ir encordados para asegurar a Mercè (seguía teniendo mucho dolor) nos vimos obligados a ir parando para darles preferencia y evitar el lío de cuerdas.
Al final Toni se desencordó e iba buscando el mejor camino para descender evitando en lo posible a los grupos que subían y así no parar, por fin pasamos la zona de caída de piedras y el ultimo refugio, a continuación llegamos a la zona que ya no había nieve o quedaba muy poca. Nos quitamos los grampones, cuerdas y demás material.
Una vez todo recogido seguimos lo más rápido posible hacia la estación del tren.

El ultimo tramo fue un calvario para Mercè, no le dejábamos parar y tenia muchísimo dolor de estomago y de pies. Conseguimos llegar al último tren veinte minutos antes de su salida. En ese momento ya sabíamos que no nos esperaban en la estación. Nos había llamado Lluis para decirnos que el resto se habían puesto en contacto con el para que los fuera a recoger a la estación, el único coche que teníamos allí era el mío y las llaves las llevaba yo.

Al llegar a la Gite d’ etape, nos estaban esperando, ya no teníamos sitio para dormir y nos habían buscado en un hotel cercano. Después de una reconfortante ducha fuimos a cenar con ellos a la Gite d’ etape, lo tenían todo preparado y fue una cena excelente. Nos dijeron que Gemma, Jordi y Xavier se habían ido el día anterior hacia casa, nosotros lo hicimos al día siguiente después de descansar y celebrar la ascensión.
Lo cierto es que me supo mal que Lluis y Toni que estaban allí con nosotros celebrándolo, no hubieran subido y más Toni que lo tenía tan cerca.

Estaba muy contento por Mercè hasta ese momento había subido 4 montañas, el Toubkal, la más alta del Atlas, el Aneto y Posets, primera y segunda del pirineo y el Montblanc, la más alta de los Alpes, posteriormente ha subido al Viñemale.

El Viñemale es una montaña que yo tenia muchas ganas de ascender desde hacia mucho tiempo, mi intención era subirla con Miguel escalando el Pic Long, pero noviembre no era la mejor época para ello, un fin de semana de ese mes nos dirigimos hacia Gavarnie, Lluis, Toni, Gerard, Mercè y yo, Miguel no pudo en esta ocasión.
El refugio de Baysallence estaba cerrado por reformas y tuvimos que pernoctar en el de más abajo, pensé que desde tan lejos sería una paliza ascender al pico.
Cenamos a las 19 h. o’clock, era una orden del guarda y no podíamos elegir o eso o nada, la cena consistía en cientos de guisantes, algo de carne que aparecía entre ellos y alguna cosa más que no recuerdo, pero en general estuvo bien. Madrugamos y después del desayuno por supuesto a la hora establecida, recorrimos un tramo en el vehículo e iniciamos la marcha, a la altura del refugio de Baysallence paramos a comer algo. Al poco rato ya empezaba la nieve, estaba en buenas condiciones y no usamos los grampones.
Al llegar al cuello vimos la cresta final del pico, es bastante empinada y tenia mucha nieve, mientras la observábamos se nos unió Toni.
Lluis iba un poco más atrás siguiendo su ritmo, es lo ideal en montaña para evitar problemas, mientras esperábamos a Lluis subimos al Pitón Carre que nos venia de camino, mientras tanto Lluis nos adelanto y nos espero en el pie de la cresta del Viñemale.

Todos juntos subimos al pico por la empinada cresta, había bastante gente, unos iban con grampones otros también encordados. Subí sin grampones al igual que Mercè y Gerard aunque no hubieran ido mal para bajar la cresta tampoco los usamos, en el resto del camino la nieve estaba muy blanda y no hacían falta.

La vuelta fue larga y Mercè tuvo otra vez problemas con las botas y llego al coche con mucho dolor en los pies.
El regreso fue digno de recordar por la cena que nos cruspimos en Monzon, os puedo asegurar que estuvo de coña y no había guisantes, si había cava y Lluis no permitió que sobrara.
Estoy esperando con muchas ganas la próxima salida montañera con este grupo de personas que he conocido en el REDDIS y que me parecen muy agradables.

Carlos