jueves, 8 de mayo de 2008

MONTAÑAS CON EL REDDIS

Desde muy pequeño he tenido una gran afición a los deportes y básicamente la montaña y el fútbol. Durante muchos años fui socio de la UEC y de varios clubes de fútbol, en los cuales he jugado siempre como aficionado. Nunca me lo tome demasiado en serio ya que mis excursiones a escalar no me permitían jugar los fines de semana.

En la UEC, fui monitor de escalada durante varios años y conocí grandes alpinistas que con los años hicieron expediciones en el Himalaya, mi trabajo no me permitió participar en ellas, pero si que tuve el placer de escalar con ellos en las montañas de Europa.

Cuando conocí a Gerard, el trabajaba en el camping “La Noria”, mi familia y yo estábamos allí de veraneo. Con el tiempo y a raíz de su relación con mi hija Mercè
Fuimos hablando o mejor dicho Mary y Mercè me contaban que sus padres eran montañeros y salían de excursión frecuentemente, me decían que podríamos ir algún día con ellos. Soy reacio a conocer a más gente ya que por mi trabajo tengo que hablar con muchas personas que no conozco y cuando estoy de fiesta prefiero estar aislado de la gente.

Al final me apunte a una excursión als Ports de Besseit, era un domingo por la mañana y había que subir al pico de La Espina. Estaba cansado, ya que la tarde anterior había jugado a fútbol (Aun juego en una liga de veteranos de Vilassar de Mar) y no tenía muchas ganas de madrugar, pero Mary me obligo. Al final fue un día agradable, subimos la montaña, mi setter pelirroja “Taña” iba a mi lado como hace siempre y para que no fuera incordiando a la gente tuve que ir un poco separado del grupo.


Al final de la jornada vi que era gente muy simpática y que el REDDIS es un club que reúne mis dos grandes aficiones.

Por mi trabajo no pude ir al treking de Marruecos con varios de ellos, también influyo que hacia 2 años con Mary y Mercè habíamos recorrido esa zona del Atlas y con Mercè subimos al Toubkal e intentamos el M’Goum, este ultimo fallido por el mal tiempo.




Posteriormente, se planteo una excursión al Aneto, era el mes de julio, me apunte y también lo hizo mi amigo Miguel, un gran montañero y mejor amigo. Con él, he realizado las excursiones más agradables de mi vida. Escale el Cervino por la arista italiana una de mis ilusiones desde niño, fue una aventura emocionante.




Una tormenta de verano nos tuvo encerrados 36 horas en el refugio a 3800 m., menos mal que ya habíamos hecho cumbre y en estos casos se lleva mejor el encierro, la tormenta fue impresionante, nos cogió iniciando el descenso y tardamos 11 horas en bajar lo que habíamos tardado 7 en escalar, tuvimos que abandonar una cuerda que se helo y no pudimos recuperarla, en varias ocasiones nos planteamos hacer vivaque en la cresta, llevábamos la funda. Al final no lo hicimos ya que los relámpagos nos iluminaban el refugio y podíamos distinguir el camino, la nieve que no paraba de caer tapaba los clavos para los rappeles y teníamos que ir buscándolos bajo la nieve. Miguel iba el primero y le toco la parte más dura además al quedarnos con solo una cuerda los teníamos que hacer como máximo de 25 m. y el avance era muy lento.
Por fin llegamos al refugio, eran las 2 de la madrugada, casi nos lo pasamos de largo en el ultimo rappel, tuvimos que hacer un franqueo en la pared para llegar a el. Recuerdo haber sentido una sensación de tranquilidad en ese momento como pocas veces he tenido en una montaña.

También escale con Miguel, el Caball Barnat de Montserrat por la vía Punsola situada en la cara más larga del monolito, hacia muchos años que quería hacerlo, fue una escalada muy agradable realizada una mañana de primavera.

En otra ocasión estuvimos un mes subiendo montañas en los andes Ecuatorianos, esta aventura necesitaría un capitulo para ella sola.

Siguiendo con la excursión al Aneto, llegamos tarde a Benasque y no pudimos subir al Bus que acerca al refugio, tampoco nos dejaron pasar con el coche, lo hicimos a pie Mary, Miguel, Taña y yo, la noche era bonita, al llegar al refugio era muy tarde y todo el mundo estaba durmiendo, Mary entro a dormir en el interior, los demás nos quedamos en el vestíbulo y por descontado no conseguimos dormir. El continuo trajín de la gente al lavabo lo hizo imposible. Llegó el amanecer y después de desayunar iniciamos la ascensión al pico.
Hace años, concretamente el 1 de agosto de 1990 escalé con un amigo esa montaña por las crestas de Salanques, subiendo los picos de Margalida, Tempestades, Hombro de Aneto y Aneto. Tuvimos un contratiempo en la zona más complicada de la cresta y casi nos despeñamos en la pared del Margalida, por suerte la piedra a la que estaba asegurado aguanto el “saque” de mi amigo al caer, la piedra se desplazo de su alojamiento y quedo apoyada en mi espalda, por poco no cayo al abismo arrastrándonos con ella.
Después del susto (mi amigo no se entero hasta años más tarde de lo poco que nos falto) hicimos un Vivaque en la cresta y al día siguiente llegamos a la cumbre del Aneto, al bajar por la ruta normal pasamos por un sitio estrecho donde se paraba la gente y algunos no se atrevían a cruzarlo, le comente a mi amigo que aquello debía ser el famoso paso de Mahoma. Volvimos atrás y lo pasamos de subida.
Recuerdo que me decepciono un poco, había leído sobre el y me esperaba algo más impresionante, también recuerdo que la bajada hasta el refugio me pareció una paliza y pensé que no valía la pena subir por este camino.

Cuando subimos con el REDDIS no me pareció pesada, Miguel y yo cruzamos el glaciar sin grampones, Mercè si los llevo, era su primera experiencia con ellos y era una zona que podía ser peligrosa. Hizo un día precioso y estuvimos más de una hora en la cumbre viendo como iban llegando personas, algunos tal como paso hacía años no quisieron cruzar el paso de Mahoma. En la bajada Miguel fue perdiendo las suelas de las botas y llego al refugio sin ellas y después de haberse caído en repetidas ocasiones por culpa de los patinazos.

Otro fin de semana ascendimos al Posets por el valle de Estos, lo habíamos intentado dos veces, una de ellas llegamos casi al collado pero las inclemencias del tiempo nos obligaron a volver las dos veces, está vez se cumplió lo de “a la tercera va la vencida” aunque empezamos la excursión con lluvia al rato paró y nos permitió llegar a la cumbre escalando una arista algo expuesta. No llevábamos cuerdas y para evitar problemas decidimos bajar por la ruta que sube desde el valle de Eriste, rodear el pequeño glaciar hasta el collado y bajar hacia Estos, fue una larga excursión y una buena preparación para nuestro próximo objetivo “El Montblanc”.

El nueve de agosto salimos once personas dirección a Chamonix ilusionados en subir a la cumbre, teníamos reservadas dos noches en el Gouter, por el camino paramos a comer en casa de unos familiares del Lluis Simó, el tiempo fue empeorando a medida que nos acercábamos al punto de destino, aunque en general el viaje fue agradable. Al llegar a la Gite d’ etape la lluvia ya era constante y no se preveía una mejora, la organización era perfecta y todo estaba controlado menos el tiempo, al día siguiente siguió lloviendo, decidimos hacer una excursión y así evitar estar encerrados, lo mismo nos toco hacer otro día más al no mejorar la climatología, no paraba de llover y eso empezó a crear malestar en algunos de nosotros, ya que empezamos a pensar que todo lo hecho no iba a servir para nada.
El grupo lo componíamos Gemma, Jordi, Xavier, Josep Ramón, Toni, Lluis, Gerard, Mercè, Miguel, más un conocido de su pueblo de nombre David, que resultó ser un buen montañero y muy amable, también iba yo en el grupo.

He vivido varias salidas a los Andes y Alpes y por experiencia sé que cuando el tiempo no acompaña y las personas vemos que se van al traste nuestros proyectos nos ponemos nerviosas y la relación en el grupo empieza a resentirse, el tener siempre algo que hacer ayuda a que eso no ocurra y el salir de excursión aunque nos mojáramos era una buena idea.
Miguel tenía pocos días de fiesta y el continuo mal tiempo le ponía nervioso, en algunos momentos llegó a contagiarlo al grupo. Al tercer día de mal tiempo y ya hartos, se plantearon dos posibilidades. Una volver a casa y dar por terminada la aventura, la otra hacer un intento con la esperanza de que el tiempo mejorara y nos permitiera hacer cumbre. “La meteo” no indicaba una rápida mejoría y si en dos o tres días, otro problema estaba en los dos días de reserva del Gouter, ya había pasado uno y aún estábamos en Chamonix.
Después de dialogar, se crearon dos grupos. Los que querían volver ya y los que antes de volver querían hacer un intento aun a riesgo del mal tiempo. Mi teoría era, y es que si no lo intento me quedaré siempre con la duda, si lo pruebo y no puedo, al menos el viaje habrá tenido un motivo y no me parece tan desaprovechado.
A la mañana siguiente y sin tener claro con que nos íbamos a encontrar, pero con la esperanza de llegar al refugio y pasar en él la ultima noche que teníamos reservada. Salimos Toni, Josep Ramón, Gerard, Miguel, David, Mercè y yo.
El tiempo no era bueno pero permitía ir ascendiendo, antes de llegar al primer refugio ya había nieve recién caída.
Paramos para coger agua en el refugio, pero no vimos donde y continuamos sin ella, posteriormente nos dimos cuenta que había que comprarla dentro. La parada la hicimos Toni, Gerard, Mercè y yo, los demás siguieron por la cresta sin desviarse hacia el primer refugio. Justo al inicio de la zona peligrosa por la caída de piedras nos esperaron David y Miguel, nos ayudaron a pasar y a continuación iniciamos la subida por la cresta.
La nieve recién caída hacia que no se vieran los agarres de las piedras, con los grampones puestos y gracias a ellos y a las clavijas allí colocadas ascendimos la cresta hasta el Gouter.
Por razones obvias íbamos juntos Toni, Gerard, Mercè y yo, cuando llegamos al refugio a primera hora de la tarde, los demás ya habían elegido el sitio para descansar. Conocimos a un chico de Santander que iba solo y no tenía reserva.
Al final éramos 8, nos colocamos en el espacio de 5. “menos mal que estaba reservado para 11”. El resto de la litera estaba ocupada por coreanos y japoneses que nos dieron la noche y casi no pudimos descansar.
Me encontraba mal, me dolía la cabeza y las piernas, el no haber bebido agua en todo el día hizo que tuviera más malestar del cansancio normal. Miguel me trajo una botella de agua y me tomé una aspirina, para evitar los calambres hice unos estiramientos y dormí un rato.
Al ir a cenar ya estaba mejor y la cena aunque no era nada especial me sentó muy bien, aun así en ese momento creí que al día siguiente no estaría en condiciones de seguir, mi moral en ese momento estaba baja. Por suerte me recupere bien y en la madrugada pude salir con todos.

El refugio estaba a rebosar, había más del doble de las personas que caben en condiciones normales, los “zuecos de goma” que se utilizaban en el refugio, más bien parecían barcas por la cantidad de agua que tenían dentro y era casi imposible encontrar su par.
La cena fue a las siete y había gente esperando que termináramos para poder dormir en las mesas y los bancos, esos tenían suerte, había muchos más que dormían encima de mochilas, botas y demás material.
Para llegar a la zona de las literas tuvimos que saltar por encima de los cuerpos y cabezas de los que estaban estirados por el suelo, lo mismo ocurrió para ir al W.C., en el cual por descontado había cola.
Alrededor del refugio se había montado un campamento de tiendas y todo el conjunto me recordaba al campo base del Acongagüa.

Una vez todos colocados intentamos dormir un rato, nos teníamos que girar todos a la vez y gracias a los personajes de piel amarilla casi no pegamos ojo.
A las dos de la madrugada nos esperaba el desayuno, a los que estaban tumbados en la zona de las mesas y bancos ya los habían echado y estos a su vez a los que estaban encima del material, aun así hicimos cola para desayunar.

Hicimos los últimos preparativos y sobre las tres iniciamos la marcha, aunque íbamos en grupo lo hicimos por separado, J.R. y el santanderino iban juntos, así como Miguel y David, los demás, es decir Toni, Gerard, Mercè y yo nos encordamos juntos. Tuvimos que subir todo el material ya que no se podía dejar nada en el refugio.

Por suerte la noche era preciosa y se confundían las estrellas con las luces de los frontales, era difícil distinguir el final de la fila y parecía que ya había gente cerca de la cumbre, la cual por descontado no se veía en plena noche.
Hacia mucho frío e íbamos bastante abrigados, el camino no tenia problemas técnicos era cuestión de seguir las trazas del de delante, aun así íbamos encordados por seguridad y evitar sustos, parecíamos una procesión todos en fila.

Mi frontal empezó a fallar, no había tenido la precaución de poner una pila nueva a pesar de llevarla en la mochila, intente sin éxito cambiarla, me ayudo Toni, el frío hizo que no pudiéramos conectar los bornes. Lo dejamos correr ya que con la luz de los demás y que ya amanecía, no hizo imprescindible el cambio.

Con las primeras luces del día llegamos al Vallot, donde entramos a comer algo y descansar un rato, seguía haciendo mucho frío, dentro habían bastante personas algunas estaban tumbadas como si hubieran pasado allí la noche, otras estaban descansando. Mercè en general estaba bien, Gerard tenia mucho frío en las manos y pies, se quito las botas y Mercè le dio unas friegas para que entraran en calor, Toni comento que no se encontraba bien y que no se veía en condiciones de continuar. Comimos algo e intentamos que Toni siguiera.
Por experiencia sé que en estos casos hay que intentar que la persona siga, pero hasta cierto punto ya que se le puede hacer crear un sentido de culpabilidad, si entiende que los demás no siguen por el. Me encontraba mejor de lo que pensaba y más después de los apuros que pase el día anterior.
Al quedarse Toni, dejamos con él algo de peso y salimos hacia la cumbre, ya se veía, el día era claro y se divisaba a lo lejos.
Miré el reloj, eran las siete de la mañana, sin darnos cuenta habíamos estado más de una hora dentro del Vallot, pero había tiempo parar llegar a la cima.
Cogimos agua, algo de comida y las cámaras, el resto del material y ropa lo llevábamos puesto ya que aun hacia mucho frío.
Al salir del refugio hay una pala impresionante sin tramos para descansar, es el tramo más duro de la ascensión, nos llevo casi una hora. Mientras que la ascendíamos nos cruzamos con J.R. y el santanderino que ya bajaban, nos comentaron que íbamos justos de tiempo para llegar al ultimo tren y que nos lo pensáramos, no me hizo gracia pensar que teníamos que dar la vuelta por culpa de un tren y con un hasta luego continuamos la ascensión.
El día era precioso y las vistas impresionantes, se veía por debajo nuestro la famosa Aguille de Midi, que pequeña parecía desde donde estábamos. Al inicio de la segunda pala, algo más suave que la primera y que enlaza con la cresta cimera, la cual es más larga de lo que me esperaba, nos encontramos a Miguel y David que bajaban, nos dieron ánimos y nos dijeron que en una hora estaríamos en la cima. Les comentamos que Toni estaba en el Vallot, les dije que le hicieran bajar con ellos y si podían se llevaran lo que allí habíamos dejado, nos reuniríamos todos en el Gouter.

Los tramos finales fueron pesados, la pendiente fuerte ya estaba superada y quedaba la cresta final, íbamos varios grupos de varias personas cada uno. Cuando un grupo se paraba los otros teníamos que pasarlos, para evitar liar las cuerdas había que apartarse de las trazas y dificultaba el ascenso. Al final cuando paraba el primero parábamos todos y eso hizo que tardáramos más de lo previsto.

Por fin llegamos a la cumbre poco antes de las 10 h., no está claro cual es el punto más alto, la cima es una gran loma y no hay nada que indique el punto. Tampoco es posible llevarse una piedra de la cumbre, era todo nieve excepto una mierda que alguno había dejado allí de recuerdo, por descontado estaba helada y parecía una piedra. Pero no nos la llevamos de recuerdo. Nos hicimos fotos y también hicimos a otros grupos que nos lo pedían, iniciamos el descenso, a medida que perdíamos altura la nieve estaba más blanda. El sol ya picaba fuerte y solo se mantenía dura en las zonas que hacia viento el cual aun era frío.
Llegamos al Vallot, dentro estaba Toni esperándonos, no había querido bajar con ellos. Recogimos las cosas y seguimos el descenso los cuatro juntos.
Toni estaba recuperado pero Mercè tenia dolor de estomago y le dolía mucho el pie, la bota le estaba haciendo daño y en las bajadas eso se nota mucho más.
Al llegar al Gouter nos dimos cuenta con desagradable sorpresa que todos se habían ido sin esperarnos. Sin perder tiempo continuamos bajando, nos quedaba lo peor, la cresta se hizo interminable, subía mucha gente y al ir encordados para asegurar a Mercè (seguía teniendo mucho dolor) nos vimos obligados a ir parando para darles preferencia y evitar el lío de cuerdas.
Al final Toni se desencordó e iba buscando el mejor camino para descender evitando en lo posible a los grupos que subían y así no parar, por fin pasamos la zona de caída de piedras y el ultimo refugio, a continuación llegamos a la zona que ya no había nieve o quedaba muy poca. Nos quitamos los grampones, cuerdas y demás material.
Una vez todo recogido seguimos lo más rápido posible hacia la estación del tren.

El ultimo tramo fue un calvario para Mercè, no le dejábamos parar y tenia muchísimo dolor de estomago y de pies. Conseguimos llegar al último tren veinte minutos antes de su salida. En ese momento ya sabíamos que no nos esperaban en la estación. Nos había llamado Lluis para decirnos que el resto se habían puesto en contacto con el para que los fuera a recoger a la estación, el único coche que teníamos allí era el mío y las llaves las llevaba yo.

Al llegar a la Gite d’ etape, nos estaban esperando, ya no teníamos sitio para dormir y nos habían buscado en un hotel cercano. Después de una reconfortante ducha fuimos a cenar con ellos a la Gite d’ etape, lo tenían todo preparado y fue una cena excelente. Nos dijeron que Gemma, Jordi y Xavier se habían ido el día anterior hacia casa, nosotros lo hicimos al día siguiente después de descansar y celebrar la ascensión.
Lo cierto es que me supo mal que Lluis y Toni que estaban allí con nosotros celebrándolo, no hubieran subido y más Toni que lo tenía tan cerca.

Estaba muy contento por Mercè hasta ese momento había subido 4 montañas, el Toubkal, la más alta del Atlas, el Aneto y Posets, primera y segunda del pirineo y el Montblanc, la más alta de los Alpes, posteriormente ha subido al Viñemale.

El Viñemale es una montaña que yo tenia muchas ganas de ascender desde hacia mucho tiempo, mi intención era subirla con Miguel escalando el Pic Long, pero noviembre no era la mejor época para ello, un fin de semana de ese mes nos dirigimos hacia Gavarnie, Lluis, Toni, Gerard, Mercè y yo, Miguel no pudo en esta ocasión.
El refugio de Baysallence estaba cerrado por reformas y tuvimos que pernoctar en el de más abajo, pensé que desde tan lejos sería una paliza ascender al pico.
Cenamos a las 19 h. o’clock, era una orden del guarda y no podíamos elegir o eso o nada, la cena consistía en cientos de guisantes, algo de carne que aparecía entre ellos y alguna cosa más que no recuerdo, pero en general estuvo bien. Madrugamos y después del desayuno por supuesto a la hora establecida, recorrimos un tramo en el vehículo e iniciamos la marcha, a la altura del refugio de Baysallence paramos a comer algo. Al poco rato ya empezaba la nieve, estaba en buenas condiciones y no usamos los grampones.
Al llegar al cuello vimos la cresta final del pico, es bastante empinada y tenia mucha nieve, mientras la observábamos se nos unió Toni.
Lluis iba un poco más atrás siguiendo su ritmo, es lo ideal en montaña para evitar problemas, mientras esperábamos a Lluis subimos al Pitón Carre que nos venia de camino, mientras tanto Lluis nos adelanto y nos espero en el pie de la cresta del Viñemale.

Todos juntos subimos al pico por la empinada cresta, había bastante gente, unos iban con grampones otros también encordados. Subí sin grampones al igual que Mercè y Gerard aunque no hubieran ido mal para bajar la cresta tampoco los usamos, en el resto del camino la nieve estaba muy blanda y no hacían falta.

La vuelta fue larga y Mercè tuvo otra vez problemas con las botas y llego al coche con mucho dolor en los pies.
El regreso fue digno de recordar por la cena que nos cruspimos en Monzon, os puedo asegurar que estuvo de coña y no había guisantes, si había cava y Lluis no permitió que sobrara.
Estoy esperando con muchas ganas la próxima salida montañera con este grupo de personas que he conocido en el REDDIS y que me parecen muy agradables.

Carlos

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